El duelo: la vida sigue
El duelo es al que se enfrentan quienes sufren la pérdida irreparable de los afectos, las esperanzas, los proyectos de vida. Un estado que se puede superar si se tiene la firme convicción de que “la vida sigue”, como afirma el Dr. Luis Risco, Psiquiatra del Hospital Clínico Universidad de Chile.
¿A qué se enfrenta en lo emocional una persona que pierde a un ser querido?
Al proceso de duelo, que puede culminar con una integración al propio yo de los aspectos que el otro le ha dejado a uno para llevar una vida mejor, o a una sensación de vacío que no se puede llenar.
¿Qué es lo que se necesita para suplir ese vacío, en quiénes se puede apoyar?
Esencialmente en familiares y personas no consanguíneas que tienen un vínculo profundo con uno, y deseablemente también con el fallecido. Si se trata del duelo por una persona pública que se sentía cercana, es importante compartir los sentimientos en términos sociales, es decir, ritualizados y solemnes, para cerrar el duelo.
¿Qué pasa con las historias de vida de esas personas, ocurre algún giro?
Depende de si se integra la herencia espiritual dejada por el fallecido, o si se llega a una sensación de vacío crónico.
¿Cómo se reinventa o reconstruye una persona en estas circunstancias?
A través de elaborar el duelo y a través de volver a la sensación profunda de que «la vida sigue», una sensación que está en el fondo de la psiquis humana, lista para aparecer cuando se requiera.
¿Necesita apoyo especializado, es bueno que lo tengan, es necesario?
Depende de la calidad del proceso de duelo. Si es bien elaborado, no es necesario el soporte profesional. Si hay un duelo patológico, o sea más largo de lo esperado o más intenso, con más disfuncionalidad, ahí sí se requiere apoyo profesional.
¿En este caso en particular, cuando la pérdida de una de las victimas es llorada por tanta gente, cómo debiera canalizarse este sentimiento?
Las figuras públicas provocan un duelo colectivo o social, cuya evolución puede ser semejante a la que ocurre en el nivel individual. La forma de canalizarlo apropiadamente es a través de la solemnidad, o sea, poniendo en el espacio público los sentimientos, y de la ritualización, Ambas, la solemnidad y la ritualización, «fijan» en la historia un momento determinado y así se preserva el significado de ese momento.